jueves, 9 de septiembre de 2010

Mitos y verdades del Area 51

       Los delirios, fantasías y disparates alrededor de lo que algunos alocados llaman “fenómeno ovni” proliferan y se multiplican, a veces con la ayuda de agencias con mentalidad conspirativa (como las que se encargan de los servicios secretos) y en gran parte con el impulso de la industria del espectáculo y los medios masivos. En la primera entrega del año 2005 de Futuro, Pablo Capanna cuenta vida y milagros (literalmente) de uno de los lugares más misteriosos del mundo, la famosa Area 51, una (supuesta) base militar donde a juicio de los creyentes se llevan a cabo los más curiosos acuerdos y tratados bilaterales con los extraterrestres como el que dice que, a cambio de que tengan la plena libertad de extraer sangre y hormonas a los terrícolas, los alienígenas llevarían a 16 estadounidenses a capacitarse ni más ni menos que en la estrella Betelgeuse.   



 orillas del lago seco
Conocida como Groom Lake o The Ranch, el área es el lecho de un lago seco. No se permite el acceso tanto terrestre como aéreo y no se dan a publicidad las fotos satelitales que permitirían apreciar qué encierra. Todas las fotos que circulan son dudosas y clandestinas.
Por lo que se sabe, durante la Segunda Guerra Mundial, allí había un campo de tiro antiaéreo. En los ‘50 el gobierno federal norteamericano, que es dueño del 85 por ciento de las tierras de Nevada, lo convirtió en el Nevada Test Site para las pruebas nucleares.En el Area 51 se construyeron algunos hangares y una pista de pruebas para los aviones espías U2 (protagonistas de la crisis de los misiles cubanos), más tarde desplazados por los satélites. En los ‘80, hubo nuevas ampliaciones para el desarrollo de los misiles de crucero y los aviones F117A y B52 Stealth, invisibles al radar.
Entre 1986 y 1988, el área restringida creció en casi tres millones de hectáreas, absorbiendo la base militar Nellis. La última ampliación fue hace diez años y, aunque se dijo que la base había sido transferida al complejo misilístico de Green River (Utah), al parecer ahí siguen pasando cosas.
La zona está vigilada por tropas de élite con apoyo aéreo. Hay cámaras de video, sensores de movimiento y micrófonos, que no dejan de sorprender en un desierto donde el detalle más fotografiado por los visitantes es el solitario buzón de un granjero. De hecho, acude bastante turismo desde 1989, pero son muchos los que han tenido que pagar fuertes multas o ir presos por meterse donde no debían.
Hace años, una investigación periodística planteó la hipótesis de que allí se almacenen armas químicas o desechos nucleares, considerando la cantidad de demandas presentadas por ex trabajadores del área que se han enfermado. Teniendo en cuenta que el enorme presupuesto se financia con los impuestos de los casinos de Las Vegas, también se generó cierta inquietud política que en 1998 derivó en audiencias públicas y hasta una masiva caravana de autos, reclamando seguridad y transparencia. El persistente ocultamiento no hace más que alentar la cincuentenaria leyenda según la cual la base sería un centro de contacto con extraterrestres, establecido secretamente por el gobierno yanqui. Un secreto que habría logrado el milagro de mantenerse durante medio siglo, caso único en estos tiempos.
Todo empezo en Roswell
Como es sabido, la leyenda nació en Roswell (Nuevo México) a comienzos de julio de 1947, apenas una semana después de que el piloto solitario Kenneth Arnold avistara los primeros ovnis cerca del monte Rainer.
En Roswell existía una base de la Fuerza Aérea donde había trabajado nada menos que Goddard, el pionero de la cohetería, y la gente estaba acostumbrada a ver curiosos objetos voladores.
En esos días, el ganadero Mac Brazel encontró algunos restos extraños en sus campos. Le dio parte al mayor Jesse Marcel quien, impresionado por las noticias recientes, insinuó que bien podían ser restos de un ovni estrellado. Eran trozos de plástico quemado y de aluminio; algunos con extraños “dibujos florales” que podían ser jeroglíficos. El primer informe de prensa lo dio un teniente, pero al día siguiente lo desmintieron, explicando que los restos pertenecían a un globo sonda meteorológico.
Por entonces, Raymond F. Palmer, el editor sensacionalista que luego fundaría la primera revista dedicada a los ovnis, ya había echado a correr un rumor: la Fuerza Aérea había recuperado varios cadáveres de extraterrestres amarillos, macrocéfalos y de grandes ojos, extrañamente parecidos a esos “marcianos” que pululaban en las revistas de ciencia ficción desde los tiempos de Wells.
Con los años y una mayor distensión política, todo pudo explicarse, pero ya era tarde para detener el mito. Los restos hallados en Roswell eran globos, pero no meteorológicos: formaban parte del proyecto militar Mogul, desarrollado por la Universidad de Nueva York.
Por entonces los rusos estaban haciendo sus ensayos nucleares y esas cadenas de globos permitían colocar a gran altura unos micrófonos diseñados para captar el eco de las explosiones. Todo tenía explicación, hasta los dibujos florales que traía impresos la tela plástica que se había usado para recubrir algunas piezas. Por supuesto, el gobierno no podía reconocer el proyecto, de modo que lanzó la versión del globo sonda,pero al mismo tiempo alentó la leyenda del ovni. De esta forma, manejaba a la vez dos niveles de desinformación, apuntando tanto a los rusos como al frente interno.
El encubrimiento surtió efecto, porque los rusos se convencieron de que todo era histeria colectiva y Kruschov llegó a decir que los avistamientos de ovnis se debían al consumo de whisky. Sin embargo, luego de la caída de la URSS, se vio que el vodka causaba los mismos efectos.
Pero la historia estaba creciendo por sí sola y terminó por convencer a aquellos mismos que la habían echado a rodar. Cuando llegó la hora de desclasificar los documentos secretos de entonces, se descubrió que los servicios de inteligencia y la propia Rand Corp. se inclinaban a considerar a los ovnis como experimentos rusos. El sistema se realimentaba por sí mismo, y se volvía contra sus propios emisores.
La leyenda continuó, posiblemente alentada por los servicios. Se dijo que el de Roswell era apenas uno de los tantos casos de catástrofes ovni ocurridos en esos días, y que todos los desechos habían sido enviados a Ohio, para guardarlos en el secretísimo Hangar 18 de la Base WrightPatterson. Pero ahora la chatarra era tanta que habían hecho falta seis aviones de carga C124. De ahí habrían sido llevados a la Base Edwards y por último concentrados en el Area 51.
Muchos años más tarde, en los ‘90, un mediocre escritor de ciencia ficción llamado Robert Spencer Carr fraguó una película donde se mostraba la autopsia de un muñeco de goma supuestamente filmada en 1947. Pero aunque su autor llegó a confesar en un programa de televisión que él era el responsable, nadie se inmutó.



@Ariel Lopez